-Ponemos un cazo o cazuela con agua y subimos la temperatura al máximo hasta que llegue a ebullición
-Metemos un taper grande con agua en la nevera para que el agua esté muy fría. El contraste entre el agua caliente y el agua fría hace que la piel del tomate se separe de la carne
-Es muy importante que ese contraste sea muy brusco y por eso debemos asegurarnos de que el agua caliente esté hirviendo y de que el agua fría esté helada
-Mientras se calienta el agua colocamos los tomates en una tabla y aplicamos un corte en cruz sobre la base lo más superficial posible
-Cuando el agua esté a tope de temperatura y salgan todas las burbujas, añadimos los tomates y los dejamos en el agua hirviendo 20 ó 30 segundos
-Hay que ser muy preciso al controlar el tiempo, ya que de lo contrario la parte superficial del tomate quedaría cocinada
-Los sacamos con una espumadera al tuper con el agua fría y los dejamos un rato hasta que pierdan temperatura
-Sacamos los tomates del agua fría y separamos por donde vemos que la piel se ha abierto. Sólo tenemos que tirar de ella y quitarla totalmente
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